Cuando no queda nada en el pasado que ocupe un sitio importante en tu futuro, no vale la pena mirar hacia atrás. Puede que, recuerdos que ya tenías olvidados, vuelvan a aparecer en tu cabeza y te obliguen a retroceder sin ningún fundamento. En esos casos, lo mejor que puedes hacer es borrar todo y comenzar de nuevo, sin tener en cuenta los aciertos del pasado, tan sólo los errores que te hicieron convertirte en alguien más fuerte. Eso es lo que yo elegí hacer, aunque al abrir un nuevo destino tienes que valorar todas las consecuencias que puede conllevar. Quizás debería habérmelo pensado mejor.
Las calles de Lewiston, Maine me resultaban tediosas. Las conocía como la misma palma de mi mano, al igual que todas las caras que me veía obligada a ver cada día. Quizás algún día pudiera tener el valor de hablar de lo que me hizo salir de allí pero por ahora ese valor no lo había encontrado. Pero me alegro de haberlo hecho, de haber salido de allí. De poder vivir a mi manera, sin tener que dar excusas ni disculpas a nadie, de ser completamente libre, esa libertad que toda persona desea. Pero no todo es tan fácil como yo pensaba.
Este tren me empezaba a parecer odioso. Cogí el más barato que había, al destino más barato: Virginia. No sé ni a qué ciudad. Tampoco me importaba. Por los asientos de mi vagón habían pasado ya todo tipo de pasajeros desde alcohólicos hasta familias enormes que no pueden permitirse ni si quiera un vagón más grande. Estaba deseando salir ya de este tren, tanto que pensaba bajarme en la siguiente estación, fuera mi parada o no lo fuera. Afortunadamente, después de dos días allí metida, la siguiente era la mía. Ya anunciaban por los mediocres micrófonos el destino así que me dispuse a salir esquivando bolsas de plástico y demás desperdicios acumulados en el suelo. Atravesé el tren mientras la gente que permanecía sentada me miraban como si nunca hubieran visto una escena así. Allí estaba, lejos de casa, perdida en ninguna parte. Sólo me acompañaba mi maleta de viaje, medio rota y llena de polvo fruto de aquellos días que se habían hechos infinitos. ¿A dónde voy? ¿Cuál es realmente mi lugar? Todavía no había logrado contestarme a esa cuestión, por unos días, dejaría que el viento lo eligiera por mí.